martes, 28 de julio de 2015

Todo o nada


Que ganas tengo de amarte, de morderte, de besarte, de hacerte mío y que tú me hagas tuya, y sepas que no habrá otro hombre en mi vida más que tú, porque te amo, porque soy tuya, porque nací y fui creada para ti, así que como tú fuiste pensado para mí.

Te extraño.

Aún sin conocerte, sin haberte visto, puedo imaginar las líneas de tu rostro y casi reconozco el aroma de tu cuerpo, la textura de tu piel, el calor que despiden tus poros cuando tus brazos fantasmales me envuelven aquí, en medio de tanta gente… y sigues sin estar tú.

Peor que un vampiro, absorbes mi alma y mi vida, nublas mi juicio, me encierras en un ataúd a tu lado aislándome del mundo para que sólo piense en ti. Peor que un licántropo, has devorado mi corazón para que no pueda amar a nadie más, y sin embargo desapareces junto con la luna y sólo me visitas cuando la maldición parece menguar.

Tú, siempre tú, que vas y vienes sin irte y sin llegar jamás. Tú que te escabulles de mí, cual criatura de la noche, y no me dejas alcanzarte. Haces aparecer mi lado más débil y vulnerable sólo para dejarme ver que sin ti sigo sintiéndome incompleta.

Cada vez que creo que voy a encontrarte sólo veo retazos de ti, de tu esencia, y te desvaneces entre mis dedos dejándome con más ansias que antes. Y así, resignada, me doy cuenta de que sólo podré hacerte mío en sueños, donde nadie más pueda vernos, porque el destino sigue sin decidirse a dejarnos jugar en la vida real y a que demos todo o nada.

Pero algún día, amor, algún día juro que te haré mío y que jamás te dejaré ir. Y tú jamás querrás irte porque, al final de cuentas, somos parte del mismo ser, de la misma alma y del mismo cuerpo. Y lo que la eternidad ha creado como un todo, ni siquiera el tiempo lo podrá separar.