lunes, 7 de enero de 2008

 

Entre más lo pienso, más lo siento y más me dejo llevar de tu mano, fría como el mármol de mi alcoba, blanca como la rosa helada que me regalaste. Me he dejado transportar al mundo de los sueños más profundos que se viven en plena carne a la luz de la luna, esa fiel compañera que en mis noches más desesperadas ha sido mi única guía. Tu sedosos labios rojos, tan suaves, tan infinitos, me guían hacia ti, hacia el deseo y la pasión. Intento evitar tu mirada con tanta aprensión que veo tus ojos grabados en mi mente, esos ojos a veces grises, a veces verdes, a veces rojos. Me guías por la danza entre la vida y la muerte con tus manos deslizándose por mi cintura, jugando con mi cuerpo cual vil muñeca de trapo. Pero tu codicia está bloqueada por la duda, por la pregunta. ¿Podrías vivir sin mí? ¿Podrías continuar en la infinidad de los tiempos sin mi sonrisa? Las horas pasan lentas mientras deslizas tus labios por mi piel tersa hasta llegar al cuello, donde tu lengua me saborea y se entretiene. Siento tus colmillos afilados al borde de la epidermis. Y sigues dudando...