miércoles, 2 de mayo de 2007

Le dije que estaba creando mientras entraba en el mundo de mi privacidad, mirandola por un minuto me sonrió y acarició a mi hermana pequeña de bellos ojos verdes como la vida. Escuché el sonido de quien se había acordado de mí, pero mis fuerzas materiales no podían conterstarle pues andaban tan escasas como las gotas de lluvia egipcias. Me senté en el borde del barco y miré el azul de mi cama mientras pensaba en la cantidad de velas de color aromáticos que invaden y tratan de cubrir los gatos de mis libros. Me perdí. Dormí mientras estaba en el camión militar que me obligaba a seguir la misma ruta cada día y pensé en los días que tengo antes de que una parte de mí se muera y se convierta tan sólo en pasados recuerdos. Las miré sin recibir gran saludo de los duendes y entonces me disculpé con los patos por no haberles respondido. Hice las paces con la calabaza y pensé que él, después de todo, podría ser un buen novio. Pero entonces me sentí planta y vi que la aguja había llegado al seis y otra vez estaba yo ahí, sola. Vi que uno de mis guías se había vengado de mi silencio y de su soledad y entonces comprendí que seguía siendo un niño envuelto en la sábana de su mamá. Cuando más tarde lo vi me entregó 10 mundos que yo debería juzgar si los destruiríamos o no. Tendré que ser juez a partir de hoy y hasta el lunes, después destruiré.
Mon :)

2 comentarios:

JUANAN URKIJO dijo...

Tu extravagante capacidad para cambiar de espacio y trasfigurarte me ha sorprendido. He bajado hasta la gota escarlata, leyéndote de abajo a arriba, tus letras como imágenes, el capital literario que lejos de encadenarlas las libera...
Ha sido un pequeño y curioso viaje.
Volveré, a ver qué cuentas.

Entretanto un beso, Montse.

(Te leo con una extraña pieza de Philip Glass, Massman, que acompaña tus entrelíneas).

Anónimo dijo...

mmmm ps em este
como que no entendi la historia mon